Bienvenido a mi dominio

¡Hola a todos!

Hace poco comencé a escribir, todo empezó como un reto que me pusieron, y este es el resultado, quiero comentaros que no todo el mundo le puede gustar lo que escribo, eso no quiere decir que sea un vivo reflejo de lo que soy.

Esto no lo podría hacer sin la ayuda incondicional de Mary Ann corrigiendo mis fallos garrafales y sin May Packer editando el blog. Gracias Chicas.


domingo, 23 de febrero de 2014

NOCHE EN AMBERES I

Noche en Amberes I


Hacía mucho calor, estaba tomándome unas cervezas en el “Vogelzang”, un barecito típico belga, situado en el Rubensplein, en Amberes.

Era mi última noche antes de irme de vacaciones a la Costa Dorada. Había una gran multitud, los jueves por la tarde era típico que los estudiantes salieran de copas por las calles de dicha ciudad. Lo llamaban la noche de los “Pintjes”.

Me acerqué a la barra, cosa casi imposible, y me puse a esperar a que el camarero me viera para pedir una ronda.

Y ahí estaba ella: una rubia de pelo largo, alta, con una camiseta de tirantes, de esas que llevamos los hombres debajo de la camisa, y unos pantalones vaqueros ajustados, marcando un culo casi perfecto.
Me quedé mirándola. Estaba con unas amigas echándose unas risas. ¡Joder, qué alta era! O por lo menos a mí me lo parecía.

El camarero por fin me vio y se acercó. Hice mi pedido y cuando me volví hacia atrás para clavar mis ojos en ella, me quedé atónito.

La tenía justo al lado: ELLA. Esa mujer que me llamó tanto la atención, que por detrás era perfecta, pero cuando la vi de frente, me lo pareció más aún.

Tenía unos ojos de color caramelo, dientes perfectos y una sonrisa encantadora, pero lo que más resaltaba eran sus pechos, no eran muy grandes, ni muy pequeños, simplemente ¡eran…!
Elevados por un sujetador de color vino, que no te permitía apartar la vista de ellos. Ella me miró coqueta, sacándome una sonrisa. 

De repente me dijo:


- ¡Qué calor hace aquí! ¡Sólo nos falta quitarnos la ropa y estamos en una sauna!

- ¡Ni que lo digas! ¡Nunca he pasado tanto calor en este bar! – Le respondí.

Nos quedamos mirándonos fijamente a los ojos, cuando de repente me propuso:

- ¡Pues eso tiene solución, les damos las cervezas a nuestros amigos, y salimos de aquí! ¿Qué te parece?

- ¡Me gusta el plan! – Le contesté sin saber porqué.

Estaba con mis amigos y era mi última noche antes del viaje. No me lo podía creer, me iba del bar con aquella rubia impresionante. Entregué las cervezas a mis amigos y me despedí de ellos sin dar explicaciones. 

Fui hacia afuera y la esperé a que saliera.


- Bueno, ¿tienes hambre? – Me preguntó – Podemos ir a un italiano que hay por detrás de la catedral. Se llama La Portolina, donde hacen unas pizzas de masa fina que te van a encantar.

- ¡Perfecto, me gusta la pizza! – Le contesté. 

Fuimos andando, no estaba lejos, y nos sentamos en una mesa en la terraza. Ojeamos la carta y elegimos un vino tinto Ribera

del Duero, Crianza del 2006, una pizza margarita para ella, yo me pedí un diábolo con salami picante.

- ¡Bueno…, me presento! – le dije riendo. – Soy Víctor Suárez. Vivo aquí, en Amberes, pero como ya has podido comprobar por mi apellido, soy español. Trabajo para una compañía de embutidos y soy el responsable de la marca para Bélgica.

- ¡Hmmmm… interesante! – Respondió ella – Yo soy Jessica, Jessica Fallow. Y como puedes comprobar por mi apellido, soy inglesa por parte de padre, pero mi madre es de aquí y nací en Bélgica. Vivo en Mikonos, pero cuando me lo permite mi negocio, siempre me vengo a esta ciudad que me encanta.

Nos levantamos y nos dimos dos besos, rozamos suavemente los labios. Esa sensación era increíble, sentí que había atracción, nos quedamos mirando a los ojos, sin mover una pestaña, cuando ella me preguntó:   

- ¿Te gustan las sensaciones fuertes?

- ¡Claro! En qué estás pensando?

- ¿Qué te parece si nos levantamos, pasamos de las pizzas y nos vamos sin pagar? Me has gustado desde que te vi en la barra y quiero pasarlo bien contigo. Tengo una habitación en un hotel a las afueras de la ciudad.

No sabía que contestar, me dejó sin palabras y mira que eso es difícil. Me animé a ello, nunca lo había hecho. Pero esa mujer despertaba en mí esa parte rebelde que todos tenemos escondida.
Miré hacia adentro, vi que el camarero estaba en la puerta de la cocina, con la espalda hacia nosotros, y en una fracción de segundos me levanté, la agarré de la mano, cogí la botella de vino, y salimos corriendo de aquel lugar sin mirar atrás. Nos metimos en un callejón y ahí, con la adrenalina que invadía nuestros cuerpos, empezamos a reírnos a carcajadas.

- ¡Joder Jessica, nos acabamos de ir sin pagar! – Le dije con la voz sin aliento.

Ella sin pensárselo dos veces, me cogió y empezó a besarme con locura, metiéndome su lengua en lo más profundo de mi boca y respondió:

- Acuérdate de esto: ¡¡¡lo prohibido lo hace más interesante y excitante!!! Ahora vamos, quiero follarte toda la noche. 

Yo le propuse ir a mí piso, pero ella insistió en ir al hotel.


Nos fuimos al parking subterráneo a por su coche. ¡Tenía un Mercedes SLK 300 descapotable automático, de color blanco y de interior de cuero negro, alucinante!

- ¿Me dejas que lo conduzca hasta el hotel? – Le pregunté. 

Tenía ganas de conducir ese coche, jamás había conducido un Mercedes. 

- Claro que puedes, toma las llaves. Pero no corras, no me gustaría que me llegara una multa por exceso de velocidad – Me respondió con una sonrisa. 

Le abrí el portón del pasajero como buen caballero y la invité a subir.

- Después de usted, señorita. 

Me senté en ese flamante deportivo, sentí por un momento que era alguien importante, arranqué y metí la directa, al ser automático me hizo pensar que tendría una mano libre, y puse rumbo al hotel.
Cuando salimos del parking, puse mi mano sobre su pierna y empecé a acariciarla, se notaba que esa mujer dedicaba unas horas al día a ir al gimnasio.

Busqué el camino hacia su entrepierna, frotándola suavemente, sacándole unos movimientos de excitación. Luego le metí un dedo en su boca pidiendo que me lo chupara como si fuera mi pene.
Ella lo chupaba con lentitud, se notaba que le gustaba. Me cogió la mano y me dijo:

- ¡Ven, quiero chupártela de verdad mientras conduces! ¿Te lo han hecho alguna vez así? – Me preguntó.

- ¡Nunca! ¡Pero siempre hay una primera vez! – Le respondí.  

Ella me pidió que echara el asiento un poco para atrás y empezó a frotarme. Abrió el botón de mi pantalón y bajó la cremallera. Sacó suavemente mi duro pene y empezó a masturbarlo.

- Tenemos 5 minutos hasta el hotel. Voy a hacerte correr antes de que lleguemos.

Y empezó a chupar mi punta, mientras con la mano me masturbaba. ¡Dios, qué situación más morbosa! Tenía a aquella mujer entre mis piernas mientras conducía un Mercedes.

Ella aumentaba el ritmo mientras mi corazón cada vez se aceleraba más. Estábamos llegando casi al hotel y quizás no lo conseguiría.

- ¿Jessica? Creo que no lo vas a …. – Le dije con voz de pícaro.

Sabiendo que no le quedaba tiempo, se metió la polla entera en la boca y empezó a succionar, mientras me masajeaba los testículos.

Esos dos movimientos hicieron que no pudiera aguantar más. Y sin decir nada, me corrí en toda la garganta, mientras Jessica seguía chupando hasta no dejarme ni una gota por salir.

Cuando ella se incorporó, me miro y con una sonrisa me dijo:

- Me han sobrado 2 minutos jajajajaaja.

Me dio un beso en la mejilla y seguimos el camino hacia el hotel.

A la llegada, dejamos el coche en el parking subterráneo, y nos dirigimos al ascensor, pasó la tarjeta por el lector, y subimos a la última planta.


Entramos en una suite, con salón y habitación separada, las panorámicas  eran increíbles, tenía hacia el puerto de Amberes y la catedral.


 - ¡Joder Jessica! ¡Vaya vistas que tienes desde aquí!


Ella, con una sonrisa, se acercó y me abrazó y susurrando en mi oído, me respondió:

- Quiero que después me folles mientras disfrutamos de estas vistas que tenemos, pero antes vamos a pedir algo de cenar, ¿te parece?

Yo, que aún estaba alucinando de todo lo que estaba pasando, le respondí:

- Mira Jessica, tengo el vuelo a las 6.30 de la mañana y tengo que ir hasta Bruselas, no me gustaría perder el vuelo. Ella, con tranquilidad se acercó, puso su dedo en mis labios y con una voz de querer devorarme me dijo:

- Si te portas bien y me haces disfrutar, te pago lo que te costó el vuelo, te pediré que el mes que me quedo aquí, te lo pases conmigo, y lo disfrutemos los dos juntos. No te tienes que preocupar de nada, yo me encargo de todo.

Antes de que pudiera contestar, le sonó el móvil, me hizo una señal de estar en silencio y la oí decir:

- Hola cielo, ¿qué haces llamándome a estas horas? ¿Me echabas de menos? 

Quedó a la escucha y continuó.


- Sí claro, yo también te echo de menos, pero sabes que no me gusta navegar, y estar tres semanas en el velero me desespera. Tú disfruta, que a ti te encanta. Yo estoy bien y aprovecho para hacer unas cosas que contigo no puedo hacer, jajajaja. Bueno, te dejo, que estaba a punto de meterme a la cama. Hablamos mañana, te quiero cielo.


No podía creer lo que había oído: ¡¡¡estaba casada!!!

- ¡Tienes marido Jessica! – Le dije con voz desquebrajada – ¿A que estás jugando?

Ella, sin ponerse nerviosa, me respondió:

- Y ¿qué más da? Nos hemos gustado y aquí estamos. Él esta en Grecia y nosotros aquí. No debería de preocuparte. Ahora dime, ¿qué te parece lo que te he propuesto?

No sabía qué responder, pero después de unos minutos pensando, me armé de valor. No podía dejar escapar una oportunidad así, estar con una mujer bellísima y podría pasar mis 2 semanas de vacaciones como nunca.

- Está bien, cenamos algo ligero, y a ver cómo termina la noche. – le contesté, sonriendo.
Me acerqué a ella, la apreté contra mí y la besé con pasión, terminando el beso mordiendo su labio inferior.

- ¡Ufffff… Esto pinta bien! – dijo ella con un suspiro.

Pidió servicio de habitaciones y encargó dos botellas de Don Perignon brut, unos canapés variados y una fuente de chocolate caliente con frutas variadas.

- ¿Qué te parece si aprovechamos mientras nos suben el pedido y nos duchamos en el hidromasaje? – Me preguntó.

- Sí, por favor, quiero ver tu cuerpo desnudo, llevo toda la noche deseando ver lo que se esconde debajo de tus vaqueros apretados.
Ella se sentó en la cama, se quitó los tacones y me pidió que le ayudara quitar esos pantalones estrechos. Le estiré de los bajos dejando al desnudo unas piernas perfectas y unas braguitas del mismo color que el sujetador.

- ¿Quieres quitármelas también? – Me preguntó desabrochándome los pantalones.

Me propuse a hacerlo cuando me paró:

- No, así no, quiero que me las quites con la boca. – Me exigió.

Esa mujer me volvía loco con sus juegos, pero me encantaba. Comencé a quitárselas con la boca, conforme bajaba, notaba un aroma a excitación que me hacía sentir que mi pene se ponía duro por momentos.

Nos fuimos a la ducha. Era enorme, con chorritos de agua por todas partes, y lo mejor de todo, tenía luces de colores e hilo musical.

Jamás había visto eso, pero no hice comentario sobre ello: no quería dejar ver que eso era algo nuevo para mí.


- A ver qué música tenemos para oír, mientras nos duchamos.
Empecé a buscar hasta que oí la canción de los The Christians  "WORDS" y me puse a enjabonarla por detrás lentamente. Tenía un tatuaje en la columna en letras árabes y me pregunté qué significaría.

Ella se dio la vuelta y empezó a enjabonarme también, masajeándome el pene.


Me volvía loco, pero no quería que se acercara a él, quería devolverle el favor del coche a mi manera y la ordené:


- ¡No, no me toques ahí, date la vuelta, apóyate en el muro e inclínate hacia adelante, ofréceme tu culo, voy a hacerte correr con mi boca como me has hecho correr tú a mí!

- ¡Joder, Víctor! Me excita que me mandes, toma mi culo y mi coño. Hazme gemir de placer con tu lengua.

Empecé a devorar su hendidura rasurada, lamiendo lentamente de abajo hacia arriba, terminando en su ano, metiendo la punta de mi lengua.

Cada vez que hacia eso, soltaba un gemido más fuerte, pidiéndome que fuera más intenso y rápido.


- ¡Víctor, fóllame, quiero sentirte dentro de mí! ¡Te lo suplico!

Estaba tan excitada, que no cumplir su deseo sería como un castigo, pero no quería, sólo quería devolver el favor, pero lamiéndola.

- No cielo… sólo te haré correr con mi boca, te follare después de la cena.

Hice más intensos mis pasadas por su clítoris, a la vez que la penetraba con mis dedos, consiguiendo que se corriera en mi boca.

- ¡¡¡Sííííí… me corroooo!!!

Le temblaron las piernas…, cuando se recuperó, se dio la vuelta y me susurró:

- Con lo que me acabas de hacer sentir, te pido por favor que te olvides de tu viaje, y te quedes conmigo.

Sonreí, y contesté:

- Depende de cómo te portes conmigo después de la cena, me quedaré o no. 

Salimos de la ducha y nos pusimos unos albornoces.


Cuando tocaron a la puerta. Era la cena, lo devoramos todo, teníamos un hambre atroz, jugamos con el chocolate caliente y la fruta, lo que nos hizo poner cachondos otra vez. 


La noche fue intensa y placentera, dejándonos agotados y nos abandonamos en un profundo sueño.


Continuará…..

jueves, 20 de febrero de 2014

Sinopsis de Noche en Amberes.

Hola a tod@s, aquí os dejo una pequeña introducción de lo que estoy escribiendo en estos momentos, espero que os guste. Saludos indecentes. Julian


Era su última noche en Amberes, antes de irse de vacaciones a la Costa Dorada. Pensaba tomarse unas cervezas con sus amigos, como despedida. De hecho, había decidido irse pronto a dormir.
Entonces la vio en el local. Era deslumbrante: alta, rubia, con unas piernas y un culo de infarto. Se quedó mirándola descaradamente y, sin saber cómo, se encontró charlando con ella.

Lo último que imaginaba es que se ofreciera ir a cenar con él. A partir de ahí, conocerá a una mujer que no conoce límites, y le llevará a experimentar que el sexo es mas intenso, si lo combinas con sensaciones fuertes. 

sábado, 15 de febrero de 2014

Noche en Amberes

Hola a tod@s,

Hoy hace dos semanas que empecé con este blog, hemos llegado casi a los 2000 visitas. Estoy muy sorprendido, pero me gusta esta sensación de que tengáis interés en saber lo que escribo, quiero anunciar que voy a empezar un nuevo relato basado en una historia sobre Jessica y Víctor.
Se conocieron una noche calurosa de Julio en Amberes.
Desde el primer momento hubo química, y a partir de ahí empieza una aventura, donde darán rienda suelta a sus fantasías sexuales por los lugares mas bellos del país.

lunes, 10 de febrero de 2014

EL HOSPITAL III




El hospital III (escrito por Julián Pulido y editado por Mary Ann)


Alberto entró por su cuenta a la habitación. Mónica le ayudó, junto con una compañera, a subirlo a la cama.

- Bueno muchacho, ¿qué te ha parecido la ducha? – Le preguntó la compañera a Alberto.

- ¡Uff! No te puedes imaginar lo bueno que ha sido: para repetir. ¡En mi vida me había dado una ducha tan placentera! – Le contestó Alberto con una sonrisa.

Mónica, que estaba detrás de su compañera, se puso colorada y sonriendo le guiñó el ojo, haciendo un gesto con la mano, recordando que ése era su secreto.

- Bueno muchacho, seguro que repetirás a partir de ahora, ya que puedes levantarte de la cama – Le respondió la enfermera.

Salieron las dos de la habitación, deseando un buen día a Alberto, quien le devolvió el mismo deseo con una sonrisa.
Pasaron los días y se acercaba fallas.


Alberto ya podía levantarse solo de la cama y le habían puesto una silla de ruedas para poder moverse por los pasillos. Después de estar tres meses en el hospital, había visto entrar y salir varios pacientes de la planta de traumatología. Con algunos hizo amistad y tenía "buen rollo" con todas las enfermeras. Ellas, como los médicos, estaban encantadas del progreso de sus lesiones. Pero de lo que más orgullosos estaban, era de la manera en que se tomaba todo lo ocurrido. Jamás estaba de mal humor y siempre tenía palabras de ánimos para aquel que lo necesitaba. Cuando sabía, por las enfermeras, que algún paciente estaba pasando por un mal momento, no dudaba en acercarse a la habitación para darle ánimos. Alberto tenía un lema, que en su compañía de operaciones especiales siempre su usaba: "Cuando tu cuerpo diga basta, tu mente dirá adelante". Esto lo utilizaba siempre que tenía que bajar a rehabilitación y los ejercicios le hacían pasar un mal rato. Repetía ese lema una y otra vez a los compañeros de planta que sufrían dolor. Aún no sabiendo bien qué quería decir con eso, ellos se lo agradecían e intentaban aplicarse ese lema.
Llegó el día de La Nit del Foc.


A Alberto le encantaba esa última noche de las fallas. Pero sabiendo que estaba dónde estaba, tendría que limitarse a verlo por la televisión. Silvia llegó por la tarde. Había quedado con las amigas para ir a ver las hogueras y después pensaba volver para quedarse a dormir con Alberto. Pero no sabía cómo decirle que se iba a ir con las chicas.

- Hola cielo. – Le dijo al entrar por la puerta.

Silvia iba radiante. Llevaba su pelo de color ocre planchado, un vestido negro con un escote, que le hacía resaltar ese canalillo que a cualquier hombre le volvía loco, y unos zapatos azules oscuros de tacón.

- ¡Jolines nena! ¡Qué guapa estás! ¿A dónde vas tan mona hoy? – Le preguntó Alberto.

- Puess… ¿Cómo te diría yo? Eh… Verás: he quedado con las chicas para ir a ver las fallas esta noche ¿Te importa? – Le preguntó sintiéndose culpable por dejarle solo esa noche.

- Claro que no, Rojita – le respondió. – Sé que te gusta, y aunque a mí me guste más tenerte aquí conmigo, no sería justo decirte que me importa que te vayas. Tú también necesitas divertirte y salir con tus amigas. Llevas tres meses al pie del cañón. ¡Ve y cuando vuelvas, me traes los churros con chocolate!

Silvia le abrazó y le dio un dulce beso con la lengua, como a él le gustaba… y le susurró al oído:

-¡Gracias cielo! Sabía que ibas a ser comprensivo y que no te iba a importar. Te prometo que cuando vuelva comeremos churros y algo mas… Con una sonrisa se retiró y cogió el móvil, e hizo una llamada:

- Hola Lola, soy Silvia. Le parece perfecto lo de esta noche. Quedamos como lo planeamos. Nos vemos en la falla del convento de Jerusalem a las diez. Nos vemos guapa. ¡Ah! Y avisa a las demás, por favor. Hasta luego preciosa.

Alberto, que había escuchado la conversación, no pudo resistirse a preguntar:

- ¿Lola? ¿Has quedado con Lola? ¡Vaya,vaya! Esta noche os espera una gorda. – le dijo con voz de saber que esa noche iba a ser fuerte.

- Sí cielo. Sabes que me gusta salir con ella. Nos compenetramos muy bien y sabemos cuidarnos mutuamente. – le respondió.

Eran las nueve de la noche, Alberto había cenado ya y Silvia estaba arreglándose en el cuarto de baño.

- Bueno cielo. Hora de irme, que con las calles cortadas tengo que coger el tranvía y estarán a tope de gente.

- Pásatelo bien esta noche, y piensa en mí, que esta noche esta Mónica de guardia.

- Jajajaja, ¡Oye guapo! ¡Se mira, pero no se toca! ¿Eh?

- No te preocupes, cielo. No haré nada que tú no harías. – Le respondió con risas y voz de pícaro.

Silvia de despidió de él, y se marchó. Alberto se quedó allí, con el mando de la televisión en su mano, haciendo zapping. En los últimos tres meses, se había convertido en su fiel compañero. Se había visto obligado a cambiarlo por su anterior "novia" el fusil, ya que no volvería a ver su Cetme C, que tanta compañía le había hecho. Mónica entró en la habitación con el termómetro.

- ¡Buenas noches, Alberto! ¿Te han dejado solo esta noche? – Le preguntó con una sonrisa traviesa.

- Sí hija, sí. Me han dejado solo y encima diciéndome "que te puedo mirar y no tocar" Jajajaja. – Contestó riendo.

- No te preocupes, guapetón. Seguro que esta noche pasará algo que te hará olvidar este momento de estar solo, en esta habitación. – Le dijo Mónica, con una voz aún más pícara, dejando a Alberto sin saber qué pensar.

Todo esto le estaba mosqueando, ya que Silvia con Lola, Mónica con este comentario ahora, le sonaba a querer reírse de él.

- ¿Qué pasa hoy? ¿Os habéis empeñado las mujeres en joderme y reíros de mí esta noche o qué? – Preguntó Alberto, enfadado.

- ¡Tranquilo, boina verde! ¡Que te sale el genio guerrillero! – Le respondió Mónica. Sólo quiero animarte y hacerte saber que la noche te puede traer sorpresas…

Mónica cogió el termómetro, lo miro y dijo:

- Y encima no tienes fiebre hoy. ¡Mejor que mejor!

Salió de la habitación, sin darle tiempo a Alberto para contestar. Alberto se quedó estupefacto. No entendió nada, y menos que saliera Mónica de la habitación sin decir "buenas noches, que duermas bien". Se quedó viendo una película de risas, ya que no tenía ganas de pensar en todo lo que había pasado. Sólo quería que pasaran las horas y dormirse, para despertarse con sus churros y chocolate.

De repente se abrió la puerta, y ahí estaba Jose con Simón, sus dos amigos fieles.

- ¡Coño! ¿Qué hacéis aquí a estas horas? ¡Qué sorpresa veros! – Exclamó con alegría.

- ¿Qué pensabas, que te íbamos a dejar aquí solo, en este día del Nit del Foc? ¡Con lo que te gusta a ti ver un castillo de fuegos artificiales, ni de coña! – Le contestó Jose, que sacó una bolsa con ropa para Alberto.

- ¡Vamos campeón, vamos a vestirte, que te llevamos a ver el castillo! – Comentó Simón.

- ¿Estáis locos? ¿Qué queréis, que me echen la bronca por salir del hospital o me pase algo? – le preguntó Alberto, con voz de "qué leches está pasando aquí".

Simón salió de la habitación y entró con Mónica, que venía riéndose.

- Jajaja, ¿Qué te dije, guapetón? Que esta noche pasaría algo que te haria olvidar que ibas a estar aquí solo. – Le dijo Mónica.

- Pero Mónica ¿Cómo puede ser esto? ¿Estáis todos locos? Que esto no se puede hacer sin el permiso del médico, ni la jefa de planta – le interrogó Alberto.

- No te preocupes. Está todo arreglado. Pedí todos los permisos para que pudieras salir esta noche. ¡Tú diviértete! Pero eso sí: ¡No hagas locuras y no entres por puerta de urgencias! – le advirtió Mónica, con los ojos llorosos de alegría. Le hacia ilusión ver que Alberto, después de tres meses pudiera salir por unas horas del hospital, en su silla de ruedas.

- ¡Joder! Lo teníais todo planeado, por lo que veo. ¿Silvia sabe de esto? ¿Por qué no se quedó? – Preguntaba Alberto todo confundido.

Jose, que de ver la cara de sorprendido de su mejor amigo, se moría de risa respondió:

- Ella no sabe nada de nada. Lo planeamos todo nosotros. La única que sabe de esto es Lola, que a su vez le va a dar la sorpresa a Silvia. – le aclaró Jose entre carcajadas.

Mientras tanto Alberto se iba vistiendo, ayudado por Mónica, que quería ser partícipe a la hora de ponerle guapo: le aseó, le peinó y le perfumó.

- ¡Listo muchacho! ¡Preparado para la batalla! Pásatelo bien. Y recuerda: no bebas mucho alcohol, por la medicación que estas tomando. – le advirtió.

- ¡Gracias Mónica! No sé cómo pagarte todo lo que estás haciendo por mí. ¡Te traeré unos churros para que desayunes! – se despidió.

Salieron "los tres mosqueteros" de la habitación, con la silla de ruedas por delante. Alberto llevaba una sonrisa de oreja a oreja, pero a la vez estaba asustado, aunque listo para divertirse y disfrutar de esta Nit del Foc. Cuando salieron del hospital, cogieron el tranvía que les llevaría cerca del Convento de Jerusalem, la falla de la que Lola era fallera. Allí estaría Silvia con Lola y unas amigas más, sin saber que Alberto venía de camino. Jose llamó a Lola para avisarle de que estaban en camino, y advertirle que se fueran al sitio acordado, para encontrarse enseguida, y así no tener que estar llevando a Alberto por todo la multitud. Cuando llegaron al sitio convenido, Alberto vio a Lola, le hizo una señal y Lola supo enseguida que hacer.

- ¡Silvia, ven! – le dijo Lola. – Quiero presentarte a un amigo super-simpático, que está como un tren.

Silvia se dio la vuelta, y cuando vio a Alberto ahí sentado en la silla de ruedas, se echo a llorar.

- ¡Cariño! ¿Qué haces aquí? ¿Te has escapado del hospital para venir? – Le preguntó Silvia, sin saber lo que estaba ocurriendo.

Se acercó a él y se fundieron en un abrazo.

- No, Rojita. Estos "julandrones", incluida Lola, lo tenían todo planeado. Pidieron permiso al médico y se lo dieron. – Le respondió Alberto con alegría.

Todos se pusieron a hablar y estaban contentos de saber que Alberto no iba a perderse esta noche que a él tanto le gustaba ver. Lola propuso subir a su piso para ver el castillo, que estaba a punto de empezar. Ella tenía unas vistas increíbles sobre el río Turia. Subieron todos, y se asomaron al balcón. Silvia no se apartaba de Alberto, estando pendiente de que no le faltara nada.


Cuando empezaron los fuegos artificiales, se abrazaron y disfrutaron de esos veinticinco minutos de sonido, color y olor a pólvora. Cuando todo terminó, Silvia se acerco a Lola, y le susurró algo al oído,

haciéndole reír. ¿Qué sería lo que le había dicho? Lola se acercó a sus otras dos amigas y les comentó algo que a la vez les hizo reír a ellas. Alberto, a quien no se le escapaba ni un detalle, exclamo:

- ¿Qué estaréis tramando? Mmmm… Pero "me pone" saber que puede ser caliente…

Las dos amigas cogieron a Jose y Simón y se los llevaron a una habitación. Cuando Lola, Silvia y Alberto se quedaron solos en el salón, Lola se acercó a Silvia y empezó a besarla suavemente los labios mientras miraba fijamente a Alberto, con ojos de deseos. Después se acercó a Alberto y le guió hasta la habitación. Le ayudaron a subirse a la cama y le desnudaron con delicadeza.

- ¡Disfruta de tu primera salida y de lo que te vamos a hacer! – le dijo Silvia, acercándose a Lola para pasarle la lengua suavemente por los labios.

Alberto se excitaba sólo de ver como su novia besaba a esa mujer morena, con unos pechos perfectos.

Lola puso un CD de "Sade" para calentar el ambiente, y le susurró a Silvia que empezaran a desnudarse mutuamente al compás de la música… muy despacio… con delicadeza… Alberto se limitaba a mirar como esas dos mujeres bellas se desnudaban, mientras se tocaba su miembro y lo ponía duro.

- ¡Hey, Cojito! ¿Te gusta lo que estas viendo? – Le preguntó Silvia, mientras se ponía detrás de Lola, tocándole un pecho y poniendo la otra mano en su depilado pubis.

- ¡Me excita veros cómo os tocáis, mientras me tenéis aquí castigado! – Le contestó con voz desquebrajada.

Lola puso su mano en la entrada húmeda de Silvia, mientras con la otra mano, le acercó la cabeza, invitando a que le besara el cuello…

- ¡Disfruta de este espectáculo, pronto te haremos disfrutar a ti! – añadió Lola.

Las chicas bailaban con movimientos muy sensuales, al compás de ¨By your side¨, mientras no dejaban de tocarse mutuamente. Lola se dio la vuelta y besó lentamente el cuello de Silvia, bajando hacia su pecho, dejando un camino marcado por la humedad de su lengua. Cuando llegó al pezón, lo mordió suavemente, sacando un gemido a Silvia. Eso la excitó tanto que bajó más, hasta quedarse a la altura de su húmeda hendidura. Entonces empezó a darle suaves besitos, y metiéndole la punta de su lengua, sintió su humedad. Silvia le agarró de la cabeza y la invitó a seguir… subiendo una pierna a la cama para que pudiera verlo mejor. Alberto disfrutaba del performance lésbico que su novia y su mejor amiga le estaban ofreciendo.

- ¡Joder… me estáis poniendo muy cachondo! – Exclamó excitado – ¡Quiero teneros aquí, en la cama!

Silvia, cumpliendo la orden de su novio, cogió a Lola de la mano y se acercaron a la cama. Silvia se arrimó a su cara, metiéndole la lengua en su boca, mientras Lola empezó a chuparle su pene. Alberto, al sentir la boca húmeda alrededor de su miembro, le pidió a Silvia que hiciera lo mismo. Ella no lo dudó, se acercó a su polla, y empezó a chuparla, mientras Lola le lamía los testículos.

- ¡Diosssss… qué rico! – Gimió – ¡Seguid así!

Las dos se cambiaban de posición, hasta que Silvia se levantó y se sentó encima de su cara, ofreciéndole su húmeda hendidura.

- ¡Chúpamela cariño! ¡Siente mi calor y humedad en tu boca! – le pidió Silvia excitada.

Alberto empezó a lamerla despacio metiéndole un dedo. Conforme iba lamiendo mas deprisa le metía otro dedo, haciéndole gemir de placer, Lola, viendo como disfrutaba Silvia, se acercó a ella, ofreciéndole a la vez su hendidura. Alberto estaba muy excitado y necesitaba meter su polla en el coño de su novia.

- ¡Silvia, súbete encima de mí y fóllame! – Le pidió con voz grave.

Silvia se subió despacito y se sentó en cuclillas encima de él, cogiendo con su mano ese enorme falo y metiéndoselo despacio. Empezó a follarlo despacio, para ir subiendo lentamente el ritmo, mientras Lola se limitaba a ver

- ¡Así, cariño, así… fóllame como tú sabes!

Alberto estaba a punto de correrse, y le pidió a Lola que besara a Silvia, mientras él se corría. Lola se acercó a ella y empezaron a besarse locamente, entrelazando sus lenguas.

-¡Sí… así… qué rico veros… como os besáis! – Eso le hizo enloquecer y se corrió dentro de su novia sin poderle avisar.

- ¡Cariño, me he corrido dentro de ti! – dijo Alberto.

- ¡No te preocupes cielo, he empezado a tomar los anticonceptivos! – le respondió Silvia.

Ella se bajó despacito de la cama, se tumbó a los pies de él e invitó a Lola a subirse encima de ella, haciendo un 69.

- ¡Vamos Lola… nos toca a nosotras corrernos!

Lola se subió y empezaron a lamerse locamente sus coños húmedos. Les encantaba terminar los tríos de esa manera. Era una regla que tenían: Silvia follaba a Alberto y ellas se corrían juntas. No tardaron en lograrlo, mientras Alberto miraba. Eran las cuatro de la mañana, Alberto estaba cansado y quería irse.

- Silvia por favor ¿podemos irnos? Estoy muy cansado y no quiero molestar a esos dos, que se lo están pasando en grande.

- Silvia, muy comprensiva, avisó a Jose de que se iban. Llamó a un taxi y se despidieron de Lola. Antes de llegar al hospital, pararon en un puesto de churros para comprar a Mónica los prometidos por Alberto. Cuando

llegaron, Alberto fue directamente a la habitación, mientras Silvia le llevaba los churros a Mónica. Al entrar en la habitación, Silvia vio a Alberto dormido en la cama. Se había subido solo: eso le sorprendió y a la vez le dio alegría, ya que eso significaba que quedaba poco para irse para casa. Silvia se cambió y se tumbó en el sofá, quedándose profundamente dormida. Fue una noche de lujuria, donde alegría, sexo y amistad les llevaron al máximo éxtasis.

Fin.

sábado, 8 de febrero de 2014

Agradecimiento

Quiero dar las gracias a tod@s los que habéis entrado para ver que se cuece aquí...hemos llegado a los 3000 visitantes en menos de 3semana, lo cual jamás me podía imaginar, a por los siguientes 3000, espero que disfrutéis tanto como yo escribiendo, aunque tengo que reconocer que es mas fácil imaginar la historia que escribirlo, pero gracias a vuestr@s ánimos sigo con ello. Lo dicho gracias, gracias, gracias.

Julián

sábado, 1 de febrero de 2014

El HOSPITAL II



El hospital II (escrito por Julian  y editado por Mary Ann)


Mónica empezó con el aseo diario, ya que Alberto no podía hacerlo por sí mismo. Aparte de la amputación, tenía rotura del fémur de la pierna derecha y una luxación de la cadera izquierda, que se hizo al ser catapultado contra una roca.

- ¡Qué guapa estas hoy Mónica! Te veo distinta que otros días – Le dijo Alberto, haciéndole sonrojar.

- Gracias guapo, yo te veo mas alegre. ¿Qué pasaría anoche? – preguntó Mónica con una sonrisa.

- ¡Nada! – Dijo Alberto - ¿Qué podría haber pasado anoche? – respondió riendo.

Mónica empezó como siempre con la parte de arriba, enjabonando todo el cuerpo. Luego le secaba y pasaba a la parte de abajo. Alberto siempre se lavaba solo las partes íntimas, ya que es algo que las enfermeras tenían prohibido, a no ser que el enfermo no pudiera valerse por sí mismo. Pero esa mañana, sin darse cuenta, Mónica le cogió el pene y empezó a enjabonarlo. Alberto se quedó sorprendido, pero no dijo nada. Le gustaba esa sensación de ser aseado por ella. Le gustaba esa chica.

- ¡Ay, Dios, perdona! – le dijo Mónica, dándose cuenta de lo que estaba haciendo. – No quería tocarte tu… – Añadió con voz nerviosa.

- No pasa nada, Mónica. Estaba deseando que llegase este momento. Alberto le cogió la mano y le animó a que siguiera enjabonando su pene, que por momentos se ponía mas duro. Mónica notó cómo le subían los calores por dentro. Por primera vez estaba haciendo eso que ella tanto había deseado en silencio: tocar el pene de ese soldado que la tenía loca y le gustaba con locura.

- ¡Dios, Alberto! ¡No podemos hacer esto! ¡Yo lo tengo prohibido por mi profesión y tú lo tienes prohibido porque tienes novia! – Eso le hizo pensar…y le retiró la mano.

- Lo siento Mónica. No era mi intención incomodarte. Pensé que era lo que deseabas.

Ella, sin saber cómo responder ni reaccionar, se limitó a estar en silencio. Terminó de lavarlo, después llamó a su compañera, para ayudarla a cambiar las sábanas de la cama y salieron de la habitación.

- Que tengas un buen día Alberto – le dijo Mónica.

- Tú también Mónica – le respondió él.

- Ese día Alberto estuvo todo el tiempo pensando en lo que había ocurrido. Se sintió incómodo con la situación, pero a la vez le daba mucho morbo el hecho de saber que a ella le gustaba.

Silvia llegó un poco más tarde de lo que había dicho y entró con una sonrisa de oreja a oreja.

- Hola guapetón. ¿Cómo esta hoy mi cojito? – Le preguntó dándole un beso apasionado.

- Hoy mejor que nunca – le respondió él. – Me siento estupendamente.

- ¿Te apetece cenar pizza, cariño? – le preguntó Silvia. –Tengo antojo y vengo todo el camino pensando en ello.

- Me parece perfecto. Yo también tengo ganas de comer algo que no sea esta comida sin sal – le respondió él.

Silvia encargó por teléfono dos "pizzas extreme" a Pizzahut. Una hora después estaban disfrutando de una cena que a Alberto le supo a gloria. Sobre las once de la noche, Silvia se sintió francamente cansada y no le apeteció coger el coche para irse a casa, así que decidió quedarse en el sofá para familiares de la habitación.

- Me quedo a dormir, cariño. Me siento muy cansada para conducir hasta casa. He tenido un día muy duro – le dijo.

Se aseó un poco en el lavabo, se tumbó y entró en un profundo sueño. Alberto estuvo viendo "Crónicas Marcianas". Era su "late night show" preferido: no se perdía ni un programa. Después del programa se quedó dormido. Silvia se despertó de madrugada para ir al servicio y cuando pasó a su lado, se acordó de lo que había pasado la noche anterior, de cómo se había corrido en su boca. Sólo de pensarlo se ponía cachonda y sin pensarlo, retiró la sabana y empezó a chupar esa polla que ella tanto deseaba. Le succionaba con delicadeza, consiguiendo que aquella maravilla se pusiera dura. Alberto se despertó, pero se hizo el dormido, pues quería disfrutar de aquello con los ojos cerrados. Silvia pasaba la lengua por todo el tronco, mientras le acariciaba los testículos. Después siguió chupándole la punta mientras le masturbaba: esa polla esta tan dura y erecta que Silvia deseaba meter en su coño húmedo. Se bajó la falda, y subió despacito a la cama. Se agarró a las barras que tenía por encima y se sentó a horcajadas sobre él. Cogió el pene y se lo metió despacito en su coño. Empezó a bombear, sujetándose con las dos manos a las barras. Era perfecto, porque podía subir y bajar sin tocar el muñón ni la pierna, y así ella llevaba el ritmo que deseaba. Alberto abrió los ojos y viendo a su Rojita follando su polla, comenzó a gemir de placer. Antes de que pudiera decir algo, Silvia le susurró:

- Shhhttt… No digas nada. Solo disfruta, cariño. Quiero correrme contigo, sin decir nada. Disfrutemos en silencio.

Silvia se dio la vuelta, mostrándole su culo. Cogió esa maravilla en su mano y empezó a masturbarse con ella, pasándola por su coño, que estaba empapado: se lo pasaba por el ano y volvía hasta su coño. Alberto, viendo ese espectáculo, sólo deseaba penetrar eso culo tan hermoso. Silvia, intuyendo lo que su amor deseaba, volvió a pasar la polla por su ano, soltó una mano y metió un dedo en su coño para lubricárselo. Se lo pasó por su ano y lo metió dentro. Alberto estaba a punto de explotar, viendo como su

novia le hacía disfrutar. Cuando Silvia noto que su ano estaba bien excitado, cogió la polla y se la introdujo despacito.

- ¡Diossss, qué ricoooo! – gimió Silvia.

Le encantaba que su chico le follara su culo. Alberto no pudo contenerse y con voz ronca le ordeno:

- Métetela entera, nena… Quiero verla entera dentro de tu precioso culo.

Silvia cumplió su orden y empezó a follarse el culo profundamente, mientras se masturba el clítoris, lo que la hizo notar que llegaría al clímax sin tardar mucho.

- Cariño… – le avisó – Me voy a correr enseguida. Quiero que te corras conmigo y me llenes el culo con tu leche calentita.

Alberto, que estaba también a punto de correrse, le contestó:

- A tu orden me corro, Rojita.

Silvia siguió unos minutos, pero no aguantó más y, con voz de estar muy cachonda, le ordenó correrse:

- Ahora, cariño… ¡Córrete conmigo! ¡Ahoraaa!

Los dos se corrieron a la vez, quedándose Silvia con dolores de pierna y temblores. Se bajó de la cama como pudo, le dio un beso y entró al servicio a asearse.

Salió con un paño húmedo y le limpió el pene a Alberto.

- ¿Qué tal te lo has pasado, cariño? – Le preguntó Silvia con una sonrisa.

- ¡Estás loca, Rojita! – Le respondió – ¡Pero me encanta y me vuelve loco que tengas estas iniciativas, me sorprendes cada vez mas!

- Lo sé, cariño. Sé que te vuelve loco, y esto no es nada comparado con lo que te espera una vez que salgas de aquí. – Le respondió. – Ahora duérmete. Yo también voy a dormir. Son las 4 de la mañana y a las 7 me tengo que levantar. – Prosiguió Silvia.

Los dos se durmieron. Cuando sonó el despertador, Silvia se levantó. Se despidió con un beso de Alberto, que estaba aun dormido, y se fue a casa, para poder ducharse e ir a trabajar.

Pasaron los días y las semanas, y Alberto iba progresando con sus lesiones. Ya podía incorporarse y le dejaban sentarse en la silla unas horas al día.

Mónica se había ido de vacaciones, sin decir nada a Alberto. Cuando se reincorporó, entró a la habitación para verle. Entró, vio que Alberto estaba sentado en dicho silla y le saludó sonriente:

- ¡Hola Alberto! ¿Qué tal estas? Ya veo que en estas semanas has mejorado mucho y que ya te dejan sentarte en la silla – Le dijo.

Alberto la miro con cara de poco amigos y le respondió:

- ¿Tú crees que es normal que te vayas de vacaciones y no me avises?

- ¡Vaya, vaya! Veo que mi ausencia no te ha gustado nada – respondió Mónica con una sonrisa.

- ¡Pues no, no me gustó en absoluto! Todos los días tuve que aguantar a la pesada de "la Ana". ¡Dios, qué mujer más insoportable! – le respondió Alberto.

- Bueno, no te preocupes. Ya he vuelto y vengo con una sorpresa para ti. Esta mañana, te voy a duchar por primera vez, en las duchas del pasillo. – Le comunicó muy contenta.

- ¡Wowww! ¡Qué bueno! Estaba deseando que pasara eso, agua caliente abundante sobre mi cuerpo… – exclamó Alberto eufórico.

Desde que entró en el hospital, a Alberto siempre le habían aseado en la cama. De modo que esto era como un premio a su mejoría. Y significaba estar más cerca de poder salir de ahí.

Mónica salió de la habitación, y al ratito entró con una silla de ruedas especial, para personas con movilidad reducida. Ayudada por una compañera, le sentó en la silla, y se lo llevó al cuarto de baño.

- Prepárate guapetón, que hoy vas a sentir un placer distinto al que estás acostumbrado. – le dijo con una sonrisa.

Alberto estaba feliz, y con una carcajada le respondió:

- Soy todo tuyo, guapa.

Mónica empezó a echarle abundante agua caliente sobre la cabeza, sabiendo que Alberto se lo agradecería. Nada de prisas, que pudiera disfrutar de esa sensación de calor en su piel.

- ¡Diosss! ¡Qué rico! – Exclamó Alberto – ¡Cómo deseaba este momento! Mónica observando cómo Alberto estaba disfrutando de esa situación, y viéndole completamente desnudo en esa silla, comenzó a excitarse. Cuando llego el momento de enjabonarlo, le dio la esponja con gel, con extracto de avena y Alberto empezó a frotarse, mientras ella le observaba a distancia. Mónica no podía dejar de asombrarse al ver a aquel hombre, que después de pasar todo ese sufrimiento, pudiera recrearse en algo tan sencillo como una ducha, con abundante agua y jabón.

- ¿Estas disfrutando, eh? – Le preguntó Mónica.

Él, que estaba "en otra galaxia", solo se limitó a responder:

- ¡Ni te imaginas!

Alberto empezó a bajar la esponja hacia abajo para asearse el pene, los testículos y el ano, cuando de repente, gritó:

- ¡Ay, Dios! ¡Cómo duele cuando me apoyo en la cicatriz!

Mónica se acercó y le respondió:

- No pasa nada, ven aquí: yo te lavaré la parte de abajo y tu pierna.

Muy lentamente y con delicadeza le lavó el pie y la pierna, mientras pensaba que, en un momento, le tendría que volver a lavar sus partes íntimas. Alberto, viendo que ella se acercaba con la esponja a su pene, y pensando que aquella enfermera que tanto le gustaba le iba a volver a tocar, se excitó. Mónica no podía dar crédito a lo que estaba viendo y notó que empezaba a ponerse húmeda al ver cómo aquella hermosura se volvía dura

sin tocarlo. Se puso tan cachonda que se levantó, fue hacia la puerta y la cerró con cerrojo. Se acercó a él y le susurró en el oído:

- Sé que lo que voy a hacer esta prohibido, pero lo prohibido es lo que nos da vida. Lo que va a pasar aquí, quedará entre tú y yo y nadie lo sabrá. Será nuestro secreto indecente.

Alberto, sin pensarlo y sabiendo que eso era lo que había deseado desde que la vio por primera vez, la agarró por la cintura, la acercó y empezó a besarla. Ella mientras tanto siguió enjabonando esa maravilla de pene erecto, lo cual le daba un placer enorme. A continuación le echó agua tibia para quitarle el jabón y empezó a chupárselo. Olía a avena fresca y esto a Mónica le estaba gustando tanto que siguió chupándole suave y lento, pasando su lengua por toda la punta mientras con sus labios masajeaba el tronco.

No tenían mucho tiempo, ya que había otros pacientes esperando su turno para ducharse. Por eso Mónica quería hacerlo rápido pero rico, para que él se llevara un buen recuerdo de esa "primera ducha caliente en el hospital". Empezó a masturbarle con una mano, haciendo el movimiento del sacacorchos, mientras le seguía chupando la punta de su pene. Aprovechando que tenia jabón, siguió masajeando con la otra mano el perineo, presionando suavemente en círculos esa zona. Alberto, sintiendo un enorme placer con esos movimientos soltó un gemido:

- ¡Joderrr, Mónica! ¡Cómo me gusta eso! Nunca había sentido ese placer.

Ella, sabiendo que le gustaba, le respondió:

- Quiero que me avises cuando te vayas a correr. – Y siguió con el lento masaje.

Alberto notó una gran presión en los testículos y en la base de su polla, por lo que notó que el orgasmo era inminente.

- ¡Mónica, me voy a correr en pocos segundos!– le avisó.

De repente Mónica hizo algo que descolocó a Alberto. Le metió un dedo en el culo y, tocando su punto G hizo que se corriera como un loco, llenándole la cara de leche. En cuanto se recuperó un poco, le dijo:

- Tenemos que irnos, Alberto. Están por entrar los siguientes y no queremos que nadie sepa lo que ha pasado aquí, ¿verdad? – preguntó con su sonrisa pícara.

- Claro, Mónica, me visto y nos vamos. – le dijo él.

Rápidamente ella se limpió la cara, que tenía todos los restos de semen, mientras Alberto se ponía la bata. Mónica se pasó también una toalla por su húmedo coño y enseguida le dijo:

- Si estás listo, podemos volver a la habitación.

- ¡Listo, enfermera! Cuando quieras. – respondió él guiñándole el ojo.

EL HOSPITAL





El hospital (escrito por Julian y editado por Mary Ann)










14 de diciembre, 11:00 horas. Era un día gélido cuando entró por la puerta de urgencias un soldado, que venía herido. No se sabía de dónde, ni quien era. Sólo que era un boina verde perteneciente a la COE 32 de Alicante.

Pasó varias horas en el quirófano y en sala de recuperación. Cuando a las 23.30 de la noche lo subieron a la habitación 419, le esperaban en la habitación sus amigos Jose, Lola, Simón y Silvia. Esta última le hizo especial ilusión, pues acababa de empezar una relación con ella. Era joven, muy bella y tenía un pelo ondulado de color ocre. Cuando Alberto se despertó, no podía dar crédito a lo que veía: le faltaba la pierna izquierda. No se acordaba de nada de lo que había pasado, sólo que iba patrullando por una zona boscosa, cuando de repente oyó un estruendo fortísimo.

Silvia se acerco a él y le besó en los labios.

- ¿Como estas, mi amor? ¿Te duele?

Alberto que estaba sedado, "hasta las trancas" de Morfina le contestó:

- No me duele nada, Rojita. Estoy que, si estos julandrones no estuvieran aquí, te echaría un polvo ahora mismo.

Silvia se sonrojó y Jose dijo:

- Tu estas "de puta madre, cabrón". Te falta una pierna, pero la polla la tienes intacta.

Todos sonrieron y se alegraron de que Alberto no hubiera perdido el buen humor que siempre tenía. Esa noche, los tres se fueron, pero Silvia se quedó junto a él. No quería dejarlo solo la primera noche. Alberto pasó la noche tranquilo, recibiendo una dosis de morfina cada media hora.

Pasaron varias semanas entre operaciones y cirugía constructiva. Silvia iba y venía cuando su trabajo lo permitía.

Llegó el día de san Valentín y Silvia había preparado algo especial para Alberto. Estaba deseando salir de trabajar para ir a verlo y pasar la noche con él. Alberto estaba animado, ya no le ponían morfina y tenía bien asimilado todo lo ocurrido.

- Hola rojita – le dijo al verla entrar por la puerta. – Estás preciosa. No sabes las ganas que tenía de verte entrar por esa puerta.

Silvia se acercó a él, le dio un beso y le susurró en el oído:

- Y yo, mi amor. Hoy voy a darte una sorpresa por ser san Valentín

- ¡Es verdad! – Dijo él. Estoy tan perdido con el tiempo que no sé en qué día vivimos.

A lo que Silvia contestó:

- Para eso estoy yo, para recordarte estos momentos tan especiales.

Silvia era única: siempre tenía palabras de ánimos para él y sabía como alegrarle el día cuando más lo necesitaba.

- Bueno, ¿cómo esta mi pollita linda? – Preguntó ella.

- Pues Rojita, está deseando de que le digas algo. – sonrió él, sabiendo que esa noche iba a pasar algo.

- Pues a ver si pasan ya con el termómetro y la leche calentita y cerramos la puerta – digo ella con voz de "hoy no te escapas de mí".

- Cariño, no sabes la cantidad de leche calentita que tengo yo para ti.

- Será toda para mí, cielo – contestó ella, deseando poner la cuña en la puerta para que no entrara nadie.

De repente se oyó una voz caliente, sensual, que Alberto reconoció al momento.

- ¡Buenas noches, Alberto! ¡Buenas noches, Silvia!

Ahí estaba ella:Monica, una auxiliar rubia, con unos ojos azules que brillaban como el mar.

- ¿Cómo está la parejita esta noche, en este día tan especial? – preguntó ella.

- Caliente, caliente... – contestó Alberto, con voz de pícaro.

Silvia sonrió y guiñó el ojo a Monica, que captó el mensaje. Aquella estaba compinchado con ésta y sabía que esa noche no debía entrar nadie, a no ser que hubiera un incendio u otra emergencia. Silvia entró al lavabo, llenó una cubeta con agua caliente y jabón neutro y lo puso en la mesita auxiliar. Puso la cuña en la puerta y le dijo a Alberto, con voz cachonda:

- Vamos a lavar esa pollita y prepararla para que se ponga polla. Hoy es su día de suerte.

- ¡Yuhuuuuuuuuu! – gritó Alberto con voz ronca. Estaba deseando que eso ocurriera.

- Relájate ahora cariño… y déjame hacer... – dijo ella.

Echó la sabana hacia abajo, le bajó los shorts y ahí estaba: esa polla que llevaba dos meses sin tener acción. Silvia cogió el paño y lo mojó en la cubeta. Empezó a limpiar con suavidad el prepucio y fue bajando con mucho cuidado para no hacerle daño.

- ¿Te gusta la sensación de calor, cariño? – le preguntó.

- Me gusta, Rojita… Se me había olvidado cómo me hacía sentir esto. Silvia cogió una venda y le tapó los ojos.

- Relájate y disfruta de lo que viene ahora. Vamos a poner esta belleza como se merece.

Alberto se relajó.

- Toda tuya, mi amor… ¡Hazme tuyo! – gimió.

Ella empezó lentamente a frotar el tronco de su polla con las yemas de sus dedos…, arriba y abajo…, mientras pasaba la lengua por la punta…

Enseguida se percató de que algo fallaba, ya que normalmente, sólo de tocarle esa cosa tan hermosa, se ponía duro como el mármol. Pero no le dio importancia: lo achacaba a los nervios que Alberto podía estar pasando. Ella siguió masturbándolo, metiéndose el pene en la boca, pasándole la lengua alrededor y succionando para ponerle a tono.

- ¿Sientes algo cariño? – le preguntó Silvia.

- Siento que me estás tocando… y me gusta… La tengo que tener ya muy dura. – respondió Alberto muy caliente.

Silvia no entendía nada de lo que estaba pasando. Entonces le quitó la venda y cuando Alberto miro hacia abajo… ¿Se dio cuenta que estaba igual que al principio!

- ¡Joder! – gritó, muy cabreado. – ¿Qué coño esta pasando aquí? ¡Ya ni dura se me pone!

Silvia intentó calmarle como ella sabía:

- Tranquilo, mi amor… Es normal… Te llevaste un duro golpe, perdiste la sensibilidad y el cirujano te dijo que poco a poco volverías a sentir…

Ella se acercó, le empezó a besar suavemente con su lengua húmeda mientras le tocaba el pene y se lo masturbaba. Le cogió una mano y se la metió por debajo de la falda.

- Tócame el coño… Quiero que sientas mi humedad mientras te masturbo y te beso… – le susurró.

A Alberto eso siempre le ponía cachondo y le encantaba.

- ¡Joder, cielo…! ¡Cómo la tienes de húmeda…! Me gusta sentirte así… Echaba de menos esto. – le respondió muy caliente.

Silvia no dejaba de masturbarlo y notaba cómo se le estaba poniendo cada vez mas dura en su mano. Se subió despacito a la cama, se colocó a horcajadas, mirando hacia abajo, con su coño a la altura de la boca de él. Se recostó sobre Alberto y empezó a chuparle la polla suavemente. Poco a poco, se la metió entera en la boca, frotándole con sus labios todo el tronco y rodeándole la punta con su lengua.

- ¡Sííííí, cariñoooo! ¡Cómo me gusta… sigue chupándola… hasta el fondo…! – le pedía él mientras le separaba esas braguitas de Betty Boop. Comenzó a pasarle la lengua por el clítoris, que estaba duro e hinchado. Le volvía loco sentir esa humedad en su boca y el olor a miel de Azahar. Ella, al sentir su lengua en su húmedo coño, no pudo dejar de soltar un gemido.

- ¡Sigue cojito! ¡Cómetelo entero! ¡Diosssssss… estaba deseando esto también!

Alberto tenía la polla tan dura y grande que apenas le cabía entera en su boca. Dando de vez en cuando unas arcadas y llenándosela de saliva calentita.

- Cielooooo… si sigues así me voy a correr... – le dijo Alberto, que no podía aguantar más y sentía como su leche subía, buscando la salida – Me corro…, cariño…

- ¡Sí! ¡Dámelo todo! – Le reclamó ella – ¡Quiero que te corras en mi boca!

Silvia seguía chupando mientras él le llenaba la boca.

De repente, Alberto gritó:

- ¡Joder! – Gritó Alberto con gran sufrimiento. Era un dolor intenso…, como un ardor terrible…

Silvia se levantó, bajó despacito de la cama, se acercó a su cara y le enseñó su boca llena de leche. Se lo tragó delante de él, diciendo con voz melosa:

- ¡Todo mío, mi amor! ¿Qué tal te has sentido, cielo? Después de dos meses… – Le preguntó ella con una sonrisa.

- Me dolió al correrme, me quemaba… – le contestó él. – Pues tendremos que hacer esto más a menudo para que vuelva a acostumbrarse… – bromeó ella.

Silvia le dio un beso y le susurro en el oído:

- Feliz día de San Valentín, mi amor. Y que sepas que me debes una… – sonrió ella.

A continuación cogió el paño y le limpió el pene, que aún tenia unas gotitas de esperma, le puso los shorts y subió las sabanas.

- Bueno cariño, hora de irme, que mañana me espera una dura jornada en el trabajo. Vendré mañana después de las 8. Pórtate bien y deja de mirarle las tetas a la Monica, ¿eh? Jajajaja, que no puedes quitar la vista de ellas cuando entra por la puerta.

Le dio un beso y se fue. Alberto esta noche durmió como nunca antes en esos dos meses de hospitalización. A la mañana siguiente, después de haberse tomado el desayuno, Monica entró con el carrito para asearlo.

- Buenos días Alberto – le dijo ella con cara de picarona. – ¿Todo bien anoche? – le preguntó.

- Hola Monica. Sí, todo bien, como siempre. – Le contestó, sin querer desvelar lo que había pasado la noche anterior. Monica cerró la puerta.

- Vamos muchacho, hora del aseo…

(Continuará)